Atrincherados ante el cambio
El Congreso aprobó hace pocas semanas la reforma del código civil que permitirá el matrimonio homosexual ¿Los opositores? Los de siempre: la derecha más tradicionalista y, como no, la Iglesia ¿Sus argumentos? Los de siempre: estas uniones van contra natura, puesto que la institución del matrimonio sólo puede entenderse entre hombre y mujer.
Esta ley les suena a derrumbe de los valores familiares y a cataclismo moral. Sin embargo, la nueva disposición, únicamente, regula lo que en estos momentos es una realidad incontestable. Los homosexuales son parte integrante de la sociedad y, si deben respetar la legalidad al igual que cualquiera, de la misma manera es lógico que exijan idénticos derechos a los del resto de ciudadanos. La igualdad de todos ante la ley, no ha de ser sólo una frase retórica vacía de significado.
Las posiciones en contra de los matrimonios homosexuales son ocupadas, en buena parte, por aquellos que aún consideran esta tendencia sexual como una aberración. Ciertos sectores sociales, la Iglesia entre ellos, creen firmemente en una idea única de familia, y se consideran sus máximos defensores. La sociedad cambia, y hay que aceptar que el modelo familiar cambia con ella. Adoptar una posición atrincherada ante este hecho, sólo puede entenderse como un ejercicio de intolerancia o de militancia religiosa irreflexiva.
Para colmo, el nuevo Papa, Joseph Ratzinger, ya ha mostrado abiertamente su oposición a este tipo de enlaces. Afortunadamente, la separación entre Iglesia y Estado se consiguió hace tiempo. Las leyes emanan de la sociedad, y los valores que deben inspirarlas son la igualdad, la libertad y la tolerancia. Dejemos la inspiración divina para asuntos como la elección papal.
Esta ley les suena a derrumbe de los valores familiares y a cataclismo moral. Sin embargo, la nueva disposición, únicamente, regula lo que en estos momentos es una realidad incontestable. Los homosexuales son parte integrante de la sociedad y, si deben respetar la legalidad al igual que cualquiera, de la misma manera es lógico que exijan idénticos derechos a los del resto de ciudadanos. La igualdad de todos ante la ley, no ha de ser sólo una frase retórica vacía de significado.
Las posiciones en contra de los matrimonios homosexuales son ocupadas, en buena parte, por aquellos que aún consideran esta tendencia sexual como una aberración. Ciertos sectores sociales, la Iglesia entre ellos, creen firmemente en una idea única de familia, y se consideran sus máximos defensores. La sociedad cambia, y hay que aceptar que el modelo familiar cambia con ella. Adoptar una posición atrincherada ante este hecho, sólo puede entenderse como un ejercicio de intolerancia o de militancia religiosa irreflexiva.
Para colmo, el nuevo Papa, Joseph Ratzinger, ya ha mostrado abiertamente su oposición a este tipo de enlaces. Afortunadamente, la separación entre Iglesia y Estado se consiguió hace tiempo. Las leyes emanan de la sociedad, y los valores que deben inspirarlas son la igualdad, la libertad y la tolerancia. Dejemos la inspiración divina para asuntos como la elección papal.
1 comentario
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M'ho havies dit? No ho recordava... aim sorri...
La qüestió, això mola què t'hi cagues!!
T'aniré controlant, doncs... el Gran Germà et vigila...