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Hispanidad, divino tesoro

Hispanidad, divino tesoro

No sé de qué forma celebra la gente el 12 de Octubre. Para mi no ha significado mucho esta fecha nunca, pero tampoco el 11 de setiembre me dice nada, la verdad. Creo que mi caso es extrapolable a muchas otras personas. En mi opinión, algunos de nosotros sufrimos en su momento una patriotiectomia. O extirmación traumática de del sentimiento patrio. No es ni bueno ni malo. o quizá sí, qué se yo. El caso es que estoy impedido para disfrutar con las diferentes fanfarrias y trompetas que acompañan las fiestas nacionales. Eso no quita que no entienda al que se le heriza hasta el último bello de su cuerpo en días como el de mañana. 12 de OCtubre, día de la hispanidad. ¿Y qué es la hispanidad? Si atendemos a los usos y costumbres -llamados por los snobs idiosincrasia- de este país nuestro, la hispanidad podría ser entendida como "pillar todo el dinero que puedas y no mirar atrás", o España según Julián Muñoz. Para otros la hispanidad puede ser ese sentimiento de indignación mal disimulada cuando Rosa no ganó Eurovisión. Para los jugadores de la selección la hispanidad es caer en cuartos -seguro que palman mundial detrás de mundial por puro patriotismo...-. En fin, que celebrar toros, paella y sol es muy nuestro. Com también es muy nuestro decir eso de que "Cómo en España no se vive en ningún sitio" y mietras sueltas el tópico los precios de los pisos han subido un 15%, el paro aumenta en medio millón de personas, y en algún lugar del país hay un jovencito firmando un fantástico contrato basura de 12 horas diarias y 600 euros al mes. Tambien es innegable que existe otro país. La España de Picasso, Machado, Lorca y Cervantes... Pero a estos se les cita poco. En general la gente se alegra por poder tomar las cañas a mejores precios que en París, Roma o Nueva York. No quiero caer en el snobismo. Me encanta descubrir nuevos rincones en BArcelona a los que ir a tomar algo o cenar tranquilamente con la pareja. Y unas cañas con los amigos es de las pocas cosas auténticas que se pueden hacer en esta vida. Pero a lo que ibamos, 12 de Octubre, día de la Hispanidad. Rajoy dice que saquemos banderas y fotos del rey. Carod se alegra de que el sarao le pille en Frankfurt para no tener ardor de estómago con estas cosas, y el rey se reivindica diciéndonos a todos los españoles que gracias a él tenemos democracia, un estado de derecho y casi le faltó poco para reivindicar que si no estuviera aquí las bolsas de pipas sólo tendrías de esas pipas amargas que cuando te toca una te deja un sabor de boca tan malo que tienes que engullir rápidamente muchas más para que se te pasé... Perdonadme el momento club de la comedia... Otro día hablaremos sobre barretinas, castellers, i gobiernos en pleno que se van a hacer el indio a a ferias del libro.

Show must go on

Show must go on

Tras una temporadita apartado -por voluntad propia- de mi blog, hoy, niños y niñas de todas las edades, he decidido reemprender mi labor educativa y formadora para con los cientos de miles de millones de cuatrimillones multiplicados por infinito más uno de lectores de esta modesta bitácora online que nunca tuvo otra pretensión que dar más madera a todos aquellos que pensabais que soy una mente enferma y sin futuro.

Hoy

"Consciente de su propia debilidad, trató de levantarse haciendo un gran esfuerzo. Una gota de sudor cruzó su frente. Deslizándose por el tabique nasal, permaneció una fracción de segundo en la punta de la nariz, y cayó al suelo, entre sus manos. Respiraba con dificultad. Tenía la boca abierta e hilos de saliva colgaban de ella, agitándose a cada bocanada de aire que lograba introducir en sus pulmones. Hincó una rodilla en tierra (la misma tierra que arañaba con sus dedos y que iba gando espacio bajo las uñas). Levantó el rostro. La luz le hirió los ojos. Sus articulaciones respondían con sordos crujidos a sus torpes y vacilantes movimientos. Impulsó su cuerpo hacia arriba mientras su mente se doblegaba al dolor y el chasquido de sus huesos resonaba con intensidad en sus oídos. El corazón le latía con fuerza en el interior del pecho. Consciente de su propia debilidad, trató de ponerse en pie, una vez más..."

Gallifante a quién me diga a que obra pertenece este fragmento. ¿Qué que coño significa este rollo macabeo? Recuerdo este pasaje cada vez que pienso que no podré superar la siguiente prueba que me imponga esta perra vida. Porque mira que es perra... Larga es la angustia existencial del privilegiado. Pregunta: ¿Si es cierto que una vez tocado fondo sólo se puede ir hacia arriba... cómo se sabe cuándo no se puede caer más? Lo pregunto, sobretodo, por empezar a tener la sensación de que todo marchará mejor a partir de ahora. Aún me queda una cuestión más, ¿qué pasa cuándo uno no ha sido consciente que estaba en plena caída libre?

Post data: Las circunstancias pueden cambiar, pero nosotros somos los mismos. Más viejos, quizá. Pero los mismos. Esa es la tragedia del ser humano, en lo esencial todo es como fue. Esa es la grandeza del ser humano, lo que importa permanece. Quizá con otro nombre, pero siempre estará ahí. Mantengamos la esperanza en que el futuro no es un lugar frío e inhóspito. Aunque, de ser así, siempre nos quedará Papa Goriot, los Barça-Madrid, Bergman, los suizos del Dulcinea, La educación sentimental, una Guiness, Hey Jude, y Paul Thomas Anderson...

Post data de la Post data: no espero que nadie entienda ni jota de lo que acabo de escribir. Ahorraros los comentarios. Lo he escrito para mi. Y lo he puesto aquí porque me ha dado la gana.

Sobre el sexo

Ordena de mayor a menor, según la preocupación que te susciten, los siguientes temas: El Barça-Madrid, la unidad de España, tu vida sexual, y la religión. Esta era la encuesta que realizaba a pie de calle el programa "La Hora Hache" en Canal 4. ¿Alguien duda qué era lo que respondía mayoritáriamente la gente? Sexo y fútbol. Evidentemente. Incluso, hubo una chica que mantuvo este orden a pesar de reconocer que no le gustaba el fútbol en absoluto. Su razonamineto no tenía desperdicio: "Bueno, es que en función del resultado, mi novio estará más o menos contento, y, por lo tanto, estará más o menos animado para tener sexo después del partido". 

Ahí lo tenéis. Millones de años de evolución para que nuestras motivaciones sigan siendo las mismas. Bueno. Está bien. Reconozco que no siempre ha habido fútbol. Supongo que cada época tuvo su particular actividad que debió representar lo que en la actualidad representa para nosotros estos 22 tíos en calzón corto y con camisetas de colores corriendo detrás de una pelota. Qué sé yo... Los romanos puede que se volvieran locos con las carreras de cuádrigas. "Apuesto a que Ben-Hur le mete una paliza a Messala esta tarde en el anfiteatro", le diría Octavio Aurelio a Flavio Petronio mientras se daban un paseo por el foro. También es posible que durante las justas medievales la gente llevara pancartas en las que se pudiera leer "Musho Arturo, Musho Arturo es, es...", aunque veo complicado la existencia de peñas quinielísticas. Que nadie se asuste. Soy historiador (o al menos eso pone mi título universitario provisional). No pretendo patear el sagrado culo de la Historia Universal. Sólo quiero resultar gracioso. Supongo quer sin demasiado éxito. Pido disculpas.

A lo que ibamos. Sexo y fútbol. Fútbol y sexo. Pero sobretodo, sexo. Esbeltas figuras, lustrosos pectorales de atleta, labios carnosos, traseros respingones, preciosos ojos almendrados color miel... Pensar en el sexo, pensar en querer tener sexo, lamentarse por no disfrutar de suficiente sexo, sollozos por no tenerlo en absoluto... Si verbalizásemos todos nuestros pensamientos, el sonido de millones de voces reflexionando acerca de estas cuestiones se sobrepondría sin dejarnos ni un segundo de silencio. 

Todo gira entorno al sexo. ¿Queréis un ejemplo? ¿Qué os parece el de la familia? Dedicad un segundo a pensarlo. ¿Qué es realmente esta pieza clave del entramado social sino un grupo de individuos aglutinados alrededor de dos personas que tienen sexo entre ellas? Papá se tiró a Mamá y gracias a ello tú estás leyendo ahora estas líneas. Por cierto, apuesto a que, justo después de visitar esta humilde (y del todo prescindible) contribución al mundo de los Blogs, más de uno aprovechará su conexión a internet para visitar alguna que otra página pornográfica (recomiendo Petardas.com). O puede que en estos momentos ya se estén bajando alguna película X por el E-mule.

Sexo. Sexo. Sexo. ¿Qué hacen los hombres para conseguirlo? Bombones, flores, anillos de compromiso, asisitir a insoportables renuniones familiares en casa de sus padres... Todo es poco para asegurar que la masturbación no sea la única salida. Ya sabéis lo que dicen. El 85 por ciento de los varones reconoce haberse masturbado alguna vez, el 15 por ciento restante mienten como bellacos. ¿Y ellas? ¿Acaso queda algún iluso que siga creyendo que las mujeres no tienen nuestras mismas necesidades? Este es un mensaje pat ti, muchacho. El que aún anda perdido entre las ajadas páginas de los libros de poemas del "amor cortés": ¿No ha escuchado pacientemente tu novia la cansina y repetitiva anécdota sobre aquel fantástico triple en el último segundo que lograste y que supuso la victoria de tu equipo en la estúpida liga de baloncesto municipal? ¿Es que aún crees que ella tiene un interés real en volver a sentir tus aburridos comentarios sobre deporte, política o sobre lo buenos que le salen a tu madre los macarrones a la carbonara? Despierta, muchacho. Despertemos todos.

¿Y qué me decís de la música? Una vulgar excusa para mostrar cuerpos esculturales agitándose mientras suena un ritmo de fondo. O a lo mejor crees que cuela eso de que a ti te gusta Rosanna. "Es que sus letras son muy buenas". Ya. Muy bien, hombre. Lo que tú digas. Por no hablar de la publicidad. En esta amada sociedad nuestra, no saben vendernos ni una aspiradora sin enseñarnos las tetas de alguien o el trasero de alguien. Y no digo nada sobre el cine porque me gusta mucho, y me acabaría deprimiendo a mi mismo.

Y a pesar de todo, sobre el desnudo solar del sexo, los seres humanos hemos edificado la imponente construcción del amor. No hagáis caso a todo lo que he escrito antes. Es mucho mejor pensar que en realidad, como decía John Lennon, el amor es la respuesta. Nos da esperanza. A mi me la da, al menos. Esto no voy a argumentarlo. No puedo. Necesito, simplemente, creer en ello. ¿Qué para que ha servido entonces todo el rollo que os he soltado antes? Para nada. Qué esperábais. Estaba aburrido y eran las 3 de la madrugada.

Sobre el queso y las ratas... o las ratas y el queso... que viene a ser lo mismo

Una vez, ví en la tele un reportaje sobre como unos científicos (o al menos eso decían que eran) sometían a un grupo de pobres ratas a un experimento que consistía en dejar en la jaula de los animalitos un trozo de queso electrificado (sí, así como suena, queso eléctrico). Las ratas (o cobayas, o hámsters o lo que fueran, que para el caso da lo mismo), después de comprovar como cada vez que se acercaban al pedacito de mini babibel (no creo que fuera un mini babibel, pero queda bien decirlo, me parece divertido, a vosotros no?) se llevaban una descarga de tres pares de cojones (perdonad mi vocabulario), pues, las ratas digo, al cabo de dos o tres viajes al fascinante mundo de la electricidad, no volvieron a arrimarse al que se supone que es su alimento favorito.

Dejando al margen el sadismo de los supuestos científicos (que no sé que provecho podían sacar de torturar a unos indefensos roedores), como ya habréis adivinado, de esta absurda anécdota debería poder deducirse una básica, pero esencial, lección vital. A las ratas no les gustaba que les tocaran las pelotas. Su pequeño cerebro les enviaba un mensaje perfectamente claro: "Pasa del queso, que después te retuerces como si fueras Michael Jackson en Thriller". Les daba lo mismo lo rico, lo extraordinariamente delicioso, que pudiera estar el queso.

La otra lección que podemos extraer de esta, por otra parte, estúpida historia, es que los humanos somos más tontos que las ratas. La de descargas, metafóricamente hablando, que me he llevado a lo largo de mis primeros 27 años de vida. Pero yo sigo fiel a mis principios (sí, los mismos principios que me han llevado a tardar 8 años en sacarme la mísera carrera de Historia): Sigo esperando al último momento para hacer lo que he tenido meses para acabar; sigo prefiriendo, todas las mañanas, quedarme los típicos "cinco minutos más" en la cama, que acaban siendo, precisamente, los cinco minutos por los que pierdo siempre el tren; sigo encendiéndome un cigarrillo tras otro, a pesar de ser plenamente consciente de estar envenenando mi organismo (que queréis, uno no puede permanecer eternamente impermeable a las campañas anti-tabaco, y menos cuando se hacen incluso desde "Gran Hermano". Gracias Mercedes Milà! Embotas el espíritus de millones de personas con tu mierda televisiva, pero serán millones de espíritus con unos pulmones de recién nacido). Y estos son sólo algunos ejemplos. No entraré a analizar otros asuntos en los que siempre he acabado "electrificado" (drogas, mujeres, películas de Jim Carrey o la incomprensible insistencia en seguir yendo a cenar a restaurantes chinos, a pesar de que mi estómago siempre decida revelarse con furia tan sólo unos instantes después de que el camarero de la gran muralla haya traído la cuenta a la mesa, son temas, insisto, que únicamente dejaremos indicados).

Que nadie me salga ahora con cuestiones como si las ratas dejaban de comer queso en general, o si lo que hacían era no probar el que sabían que estaba trucado (¡A dónde puede llevarnos esta sociedad! Antes se trucaban SEATs Panda, ahora hasta los derivados de la leche...). Entended el queso como metáfora de aquellas situaciones repetitivas en vuestras vidas, como esos patrones que todos reproducimos una vez tras otra, aunque en el fondo sepamos que vamos camino del desastre más absoluto (¡Pedazo de queso, no?!). Que hay que decíroslo todo...

 

 

 

 

Menuda putada

Estar seguro de algo es difícil. En mi caso, es casi imposible. He sido (y soy) un indeciso. A veces (las menos) elijo. Los resultados de mis elecciones siempre son parciales. Suelo acertar a medias. Y a medias fallo. Lo que me lleva de vuelta al punto de partida. A preguntarme si habré hecho lo correcto o si, por contra, lo mejor hubiera sido (para variar) quedarse quietecito. Otras veces (menos todavía) creo estar completamente seguro de algo. Y entonces es cuando me llevo el mazazo. Porque me lo llevo, que nadie lo dude.
Tengo cierta querencia a dar mortales hacia atrás sobre una cuerda floja y sin red. No sé si es por confiar mucho en mis posibilidades o por no confiar en absoluto. Es posible que hacer equilibrios en el vacio sea una solución para no preocuparse por como va acabar la pirueta. Me estrellaré contra el suelo, y éste será el que tome las decisiones por mi (será el golpe el que acabe conmigo, no yo).
Me fío de las personas. Lo que casi siempre (para el que todavía no lo sepa) resulta peligroso. Creo en las palabras de los demás. Y debido a eso, olvido que las palabras no son nada. Que pierden su significado instantes después de haber ascendido por la garganta para acabar muriendo en medio de un espacio muerto, innecesario (el que nos separa a los unos de los otros). Creemos estar rodeados por otros seres como nosotros, cuando la verdad es que lo único que nos rodea es el aire vacío (viciado por la exalación de miles de alientos, igualmente vacíos).
Y entonces pasa. Rozas algo que vale la pena. Y se desvanece. Y digo para mis adentros, "menuda putada". Y vuelves a estar donde estabas, y repito para mis adentros "que putada". Si alguien se pregunta que coño trato de decir con todo esto, mi respuesta es que no tengo ni las más remota idea. Ya os lo he dicho en otras ocasiones, como queréis que yo sepa lo que digo. Una putada, no?

Es lo que hay

¿Os suena aquello de "es lo que hay"? A veces te lo dice alguién. En estos casos, suele ser un funcionario amargado que te pide que rellenes un formulario estándar por triplicado, para conseguir algún tipo de estúpida documentación que previamente ya te ha solicitado uno de sus tristes compañeros dos ventanillas a su derecha, mientras ambos tratan de recordar, sepultados entre papeles, como eran antes de que el peso del mundo aplastara sus pobres espíritus: "Es lo que hay, muchacho. No sirve de nada patalear."
A veces te toca repetírtelo a ti mismo. Como un mantra. Como una consigna. Es lo que es, hay lo que hay. Como esa vieja canción de Revólver que un buen amigo me decubrió hace poco. Puedes darle las vueltas que quieras que al final todo te lleva al mismo lugar: "Es lo que hay, muchacho. Por ahora no dan más."
Ya sé que he repetido muchas veces lo difícil que resulta saber que es lo que se desea en realidad. Pero en ocasiones ocurre que sí lo sabes. Aparece ante ti como un resplandor. Casi te golpea. Sufres un momento de lucidez, como diría un borracho. Una súbita revelación. Un "ahora lo sé", un "por fin lo sé". Y tienes la certeza de que todo irá bien. Porque todo cobra sentido y te agarras a ello con fuerza, esperando que eso sea suficiente.
Pero luega llega la reflexión y más tarde la realidad. Nadie dice que lo que quieras sea relamente bueno para ti. Y, lo más importante, nadie dice que vayas a conseguirlo. Entonces es el turno de la confusión. ¿Cómo puedo equivocarme en lo único que he estado seguro en toda mi vida? Respuesta: "Es lo que hay, muchacho.No hay nada que hacer."
¿Lo peor de todo? Que hay que seguir levantándose cada mañana. Quieras o no. Porque todo pasa. Pero mientras tanto, sólo te queda apretar los dientes y esperar a que la tormenta pase. Para, con suerte, volver a no saber que es lo que se desea. A perder la certeza que tanto trabajo había costado conseguir. ¿Qué haremos entonces? Iremos al cine, tomaremos unas cañas con los amigos, compraremos el periódico y buscaremos en las páginas amarillas el número de alguna pizzería que lleve comida a casa. Y nos repetiremos, como si fuera un mantra, como una consigna: "Es lo que hay, muchacho. Te jodes."

Pulseritas

Leí hace poco un artículo que hablaba sobre esta moda de llevar pulseras solidarias. Decía, más o menos, que si nos las pusieramos todas a la vez, habría que inventar una nueva para solidarizarse con los problemas de cangrena que le surgirían al valiente que cometiera tamaña locura. Soy incapaz de entender como funciona la mente de la gente, y mucho menos, de entender como carbura el maquiavélico ingenio de los chicos del departamento de marketing de las empresas responsables de lanzar nuevos productos al mercado. Nos lo tragamos todo. Y con gusto además. Claro que todos son muy libres de llevar en sus muñecas lo que les plazca. Pero al menos, deberiamos ser capaces de reconocer el momento en que estos simpáticos chicos del departamento de marketing nos la están metiendo doblada hasta la campanilla. Todo en esta sociedad es susceptible de ser cómodamente reducido, reproducido de forma masiva y listo para estar en los escaparates de los centros comerciales de medio planeta. Pero es que lo de las pulseritas ya es demasiado. Trozos de plástico con buenos sentimientos, que mágicamente impregnan a su portador, y a todos aquellos que los ven y reconocen, de unos elevadísimos y muy arraigados valores morales. ¿Pero es que estamos tontos, o estamos tontos? Ya puesto que diseñen los supositorios solidarios. El Azul sería para salvar a las ballenas, los verdes, el amazonas, los amarillos en favor de los restaurantes chinos... Hay que joderse. Al menos de esta manera nadie debería molestarse cuando les dijera por donde se puden meter su solidaridad de diseño.

If

Si puedes hablar con multitudes y mantener tu virtud,
o pasear con reyes y no perder el sentido común,
si los enemigos y los amigos no pueden herirte,
y todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes llenar el minuto inolvidable
con los sesenta segundos que lo recorren.
Tuya es la Tierra y todo lo que en ella habita,
y -lo que es más- serás hombre, hijo.

Este es el final del poema "If", de Kipling. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

Peleas de gallos

Hay diferencia entre conocer el camino y andar el camino. Como también la hay entre saber lo que se quiere y cogerlo. Duras son las condiciones que nos ofrece esta fría roca, mientras gira a la deriva en un inmenso azul. A las dificultades inherentes a nuestra condición finita, hay que añadir lo jodido que es encontrar un fontanero disponible en fin de semana. O pillar un buen sitio en el cine, para ver el último gran estreno de esa colosal fábrica de imposturas llamada Hollywood (Nota para actores, directores y guionistas: No os lo toméis a mal, os adoro, me habéis hecho muy feliz con vuestras películas, pero me llevó años asumir que lo que mostráis son vidas inalcanzables. Nota sobre la nota: Señores productores de films sobre institutos norteamericanos, el mio jamás tuvo taquillas)
Trabajar, dormir, charlar comer, engordar, amar, dormir, reír, enfermar, amar, conversar, comprar mayonesa, llorar, envejecer, trabajar, elegir, esperar, vivir. Dale caña, que ahí es nada. Quieres, pero no tienes. Tienes, pero no lo suficiente. Y esperas. Tranquilamente. Hay mucha vida por delante. Pues quizás, después de todo, no haya tanta existencia como parece.
Me encanta volver al tópico (un clásico ya en mis escritos) de un único ganador que lo consigue todo. Alguién me dijo en cierta ocasión que esto era una de las pocas verdades que podían decirse de sobre el mundo. Que la vida no es más que una pelea de gallos, y el que sobrevive, o mata al oponente, se lo lleva todo. En todo caso, él había elegido la sombra más confortable para, desde la lejanía, observar la lucha, y silenciosamente, apostar por el marrón. Aprovecho la ocasión para responderle que tenía, y tiene, toda la razón. Pero mi gran drama es que no compito con otros gallos. Es a mi mismo a quién doy picotazos y a quién clavo las espuelas en los costados. No sé si me he explicado o sólo he hecho una pseudometáfora avícola barata.
Que más da.

Justicia

Este no pretende ser un artículo ni demagógico ni propagandístico. Vaya por delante mi intención de no parecer un panfletario facilón, o un sofista tramposo. Aunque, en cualquier caso, veremos a ver si lo consigo. Trataré de explicar en pocas frases porque creo en una idelogía de izquierdas, sin ismos, sin la típica retórica vacía que muchos utilizan para defender este tipo de opciones vitales. Repito, otra cosa es que lo consiga.
Para empezar digamos que creo en un mundo justo. Sé lo que estáis pensando, a las primeras de cambio nos clava una de las máximas de la demagogia izquierdista. Aclaremos el malentendido, pues. Para mi la Justicia es lo que iguala, lo que proporciona oportunidades a todos independientemente de sus circunstancias. La naturaleza, la peor aliada de la izquierda, se encarga desde el mismo momento de nuestro nacimiento de hacernos diferentes. Nuestras capacidades vienen, más o menos, prefijadas en nuestros genes. Alguién más inteligente que los demás tiene, a priori, más posibilidades de conseguir un mejor trabajo, mayor reconocimiento, en una palabra: éxito. Dejando a un lado esta obviedad, la naturaleza también nos trae sunamis, terremotos, y a la hembra de la mantis religiosa devorando al macho tras la cópula. No pretendo haceros creer que sería correcto arrebatarle a nadie el poder lograr metas elevadas en virtud del criterio de igualdad. Ni por asomo. El problema está en la recompensa. Nuestra sociedad valora el talento através del consumo. Eres muy listo, pues nada, serás el vicepresidente primero de la General Motors, cobrarás un pastón con el que podrás comprarte un yate, varios palacetes en otros tantos puntos del planeta, coches de lujo, y quizás tendrás una secretaria que domine varias lenguas. ¿Quién diría que no a una secretaria políglota? Pero analicemos que se está premiando aquí. En primer lugar, el talento de cualquiera de los peces gordos del consejo de administración de una multinacional es hacer dinero, y por ello reciben a su vez una gran cantidad de pasta. Bien, pues permitamos que nuestro vicepresidente de General Motors se realice comprando pequeñas empresas o realizando fusiónes multimillonarias. Pero, ¿es necesario que gane por ello mil veces más que un operario de la cadena de montaje? ¿A caso podría funcionar alguna empresa sin su mano de obra? Algún listillo, estudiantes de económicas en su mayoría, podría decir que la dirección de una gran empresa es una labor crítica, que los puestos de trabajo de nuestros honrados operarios dependen de lo bien que sepa hacer las cosas el jefazo o jefazos de turno. Pues pongamos que no queremos sus coches, que no deseamos sudar para hacerles más ricos. ¿Qué harían entonces? Está bien, es correcto pensar que para los trabajadores tampoco sería algo beneficioso, pero entonces reconozcamos la relación de simbiosis existente. Nos necesitan. Por lo tanto somos igual de básicos que el tipo de pulido aspecto enfundado en un carísimo traje de Armani.
Por otro lado nadie debería sólo en función de su capacidd económica tener derecho a una educación mejor o a una sanidad más eficaz, por citar sólo un par de aspectos en los que poco o nada hay que dejar de margen a la iniciativa privada. Retomando el planteamiento inicial, la naturaleza ya nos aleja demasiado a los unos de los otros como para que aún abramos una brecha mayor dejando que el hijo de un rico perpetúe la distancia entre los que tienen y los que no asistiendo a mejores escuelas o mejores universidades.
El tema de la sanidad me parece algo que, aún por obvio no deja de ser menos importante. ¿A caso no tiene el mismo derecho a tener acceso a la mejor asistencia sanitaria posible un señora de la limpieza que una especialista en aeronaútica? ¿No les duelen las mismas cosas? ¿A caso no enferman por los mismo virus? ¿Por que si tienes el dinero sufuciente puedes curarte y si no es así, más vale que empieces a arreglar los papeles del testamento por si acaso?
La vivienda. ¿Qué puedeo decir? Montones de pisos vacios producto de la especulación inmobiliaria esperando duplicar su valor, mientras al grueso de la población no le llega para pagar una abusiva hipotéca, y eso si tienen suerte de tener un techo bajo sus cabezas al que puedan llamar hogar.
Por último, es tan difícil de entender que es moralmente reprobable que una parte de la humanidad haga dietas para adelgazar para que el resto muera de hambre? Sentémonos en nuestros confortables hogares occidentales a esperar que las masas de desposeídos de nuestro mundo mueran a millones cada dia sin que el opulento primer mundo haga nada para evitarlo. A eso le llamo yo un buen plan.

Navidades judias

Me ha pasado una cosa muy graciosa mientras esperaba el tren esta mañana. Sentado en un banco de la estación, con la habitual cara de “odio madrugar”, hasta mi ha llegado un comentario que ha conseguido sacarme de mi sopor matutino. Y os aseguro que, por regla general, no consigo despertarme completamente hasta, al menos, el tercer o cuarto café de la mañana.
A pocos metros, dos chavales, de 17 ó 18 años, con el típico look skinhead (a saber: cabeza rapada, pantalones de pitillo y unas cuantas esvásticas a modo de bonito ornamento), mantenían una animada conversación. Uno de ellos comentaba que no soportaba todo lo que su madre montaba en casa durante las navidades. Con gran indignación, su compañero le contestó que él jamás celebraba la Navidad, y añadió: “¿No sabes que es una fiesta judía? “
Que queréis que os diga, me eché a reír. Y me jugué el tipo al hacerlo. Aquellos dos personajes me miraron con cara de “tú debes de ser uno de esos malditos conspiradores sionistas”. Pensándolo mejor, parece poco probable que supieran el significado de la palabra “sionista”. Por fortuna, la llegada del tren me libró de ir a la universidad con un ojo a la virulé.
Vaya, vaya. La Navidad es judía. ¿A que no os lo imaginabais?. Tantos años engañados. Tantas reposiciones en televisión de Rey de Reyes. Y total para ser vilmente embaucados. Me hubiera gustado preguntarles que opinaban sobre otras festividades religiosas, tipo la Semana Santa. Quizás piensen que es Hare Krishna. A estos chicos, en su total ignorancia, alguien les debe haber señalado a quién deben odiar. Lo que se les escapa es el por que. No es de extrañar. Todo odio siempre es irracional.

Y comieron perdices...

Uno tiene a veces la sensación de ir dando tumbos. De tropezar una y otra vez con la misma piedra. De avanzar un paso y retorceder dos. Necesidades vitales cubiertas (con creces), estabilidad familiar y buena salud, con esto debería bastar, ¿no? Pues no. No basta. Y a veces me pregunto por que.
Quizás es precisamente la falta de problemas reales lo que posibilita que alguien como yo se haga semejante pregunta. Woody Allen dice que durante su infancia en Brooklyn nadie se suicidaba, todos eran demasiado infelices para hacerlo. A lo mejor esa es la clave. Demasiado tiempo libre, y nula necesidad de pelear por lo más básico. No imagino a un chaval etíope preguntándose por el rumbo que toma su vida. Seguro que está demasiado ocupado intentando encontrar algo con que alimentarse para no pasar a engrosar las "nutridas" estadísticas mundiales de muertos por inhalición en el tercer mundo.
Desacargada mi conciencia de privilegiado, al reconocer la banalidad de todo cuestionamiento que pueda llegar a hacerme, por profundo y elevado que parezca, prosigamos.
En la obra de Hermann Hesse "El Lobo Estepario", se dice lo siguiente:"... toda celebridad, toda discreción, todas las conquistas del espíritu, todos los avances hacia lo grande, lo sublime y lo eterno dentro de lo humano, se vinieron a tierra y eran un juego de monos...". Para mi, la mayor parte de nuestros actos son eso, un juego de monos. Sin embargo, seguimos insistiendo. Pocos son los que abandonan la partida. Yo mismo estoy plenamente insertado en el sistema, y no hago nada para escapar de él.
Pero, una vez reconocida la jaula en la que nos movemos, ¿por que todo tiende a complicarse tanto? Pasamos toda la vida buscando aquello que nos hace felices. Puede que lo que nos guste sea tomar una cerveza con los amigos, o puede que sea lanzar una OPA hostil contra el principal banco italiano. O puede que sea mordenos las uñas. O descubrir nuevos gestos, casi imperceptibles, en la manera en que alguien inhala el humo de un cigarro. Pero, ¿quién tiene tiempo de pensar en la felicidad, si pasa ocho horas al dia trabajando, ocho durmiendo, y el resto del dia en un nivel de conciencia tan bajo que casi raya el coma? Resumiendo: Cariño, cambia de canal. Empieza el partido del Barça. Yo llamaré ahora al chino para que nos traigan la cena.
Alguien podría decirme: "Eh tio! Te contradices. Hablas de que la felicidad tiene tantas formas como individuos existen. ¿Que hay de malo, entonces, en ver un partido en televisión comiendo arroz tres delicias? A lo que yo respondería: "Pásame la salsa agridulce que hoy juega Ronaldinho." Pero también podría añadir: "Quisiera estar en el estadio. A lo mejor preferiría llamar a Txema para que viniera a ver el partido con nosotros. O a lo mejor el fútbol me importa una mierda y sólo me he aficionado porque es un tema de conversación que salva muchos momentos de incómodo silencio." Hablo de cuestionarse la felicidad.
Volvamos a Woody allen. En un refugio de alta montaña, una señora le comenta a otra: "La comida que sirven aquí es realmente mala ¿Verdad?. A lo que la otra responde: "Sí. ¡Y además, las raciones son siempre muy pequeñas!". Con este chiste, un judio neoyorquino, feo y enclenque define lo que son para él las relaciones humanas. Díficiles, complicadas, pero sin embargo siempre necesitamos más.
Perdemos mucho tiempo tratando de averiguar que pensarán los demás sobre nosotros. Cuando lo lógico sería preguntarlo directamente. Pero ya se sabe que no hay que hacer preguntas de las que no se esté seguro que se quiera conocer la respuesta. Sólo hay algo más doloroso que el miedo al rechazo. Y es el dolor del rechazo en si. Puede que tus amigos no te aguanten en realidad, que seas tremendamente desagrable para los que te rodean. La gente lleva hasta tal extremo la "buena educación" que pueden pasarse años yendo a tomar cafés con alguién a quién no soportan. Todo esfuerzo es poco si se logra, una vez más, no encarar los verdaderos deseos. En mi caso, he abandonado ya todo intento de conocer como me ven los demás. No lo he hecho porque ya no quiera saberlo. Lo he hecho porque me resulta una búsqueda agotadora.
Porque de eso va todo. De lo que verdaderamente queremos y de lo que hacemos para logarlo. De la sencillez con que encaramos nuestra existencia y de como la complicamos con el paso de los años.
Acercamos aquello que más frustación nos produce. Pedimos ir en el asiento del copiloto y miramos desde la ventanilla el rápido paso de árboles, personas, buzones de correo, perros sin dueño, carteles publicitarios, contenedores de basura... y de vez en cuando volvemos la cabeza para comprobar que el conductor sabe donde hay que dirigirse. Porque lo que es yo, no tengo ni puta idea de adonde me llevan.

El ganador se lo lleva todo

Capítulo segundo: En el que el autor cambia de estilo y reflexiona sin más. Y sin más, por ello, se aburre (y aburre).
Nadie me dijo que esto de vivir iba tan en serio (O quizás sí me lo dijeron. Y yo no escuché con la atención debida). No sé si alguién, alguna vez, me confesó que la vida estaba plagada de decisiones traumáticas y dolorosas. Que se avanza renunciando (de lo contrario se renunciar a avanzar). Que elegir un camino, no implica abandonar el deseo de recorrer otros caminos posibles. No recuerdo a nadie advirtiéndome de lo arriesgado de no correr riesgos (Las mayores apuestas son las que obtienen los mayores beneficios. Y el ganador se lo lleva todo)
La tormenta arrecia. Quedémonos en casa. Pongamos una película y preparemos palomitas de microondas. Refugiémonos en el calor y la seguridad del hogar. Y mientras, alguien, ahí fuera, puede estar viviendo nuestras vidas. Puede que tenga el trabajo que nosotros queremos, o que disfrute de la compañía de aquellos(nota importante sobre aquellos:lector, elije tú mismo si deseas plural o singular; masculino o femenino) con quién estaríamos contentos de compartir nuestro tiempo. Y se ven pasar las oportunidades, y ahí seguimos, aguantando el tipo y comiendo palomitas de microondas. Pero, oye, es que a nadie le gusta caminar bajo la lluvia. Sin embargo, sólo hay sitio para el ganador. Y parece que sólo puede haber un ganador.
Asume, amado lector, que el premio no es un cómodo sillón en una limpia y ordenada oficina. No es una bonita casa, con mujer, hijos y perro a juego. El premio es vivir como realmente se desea vivir. La recompensa es poder aguantar la mirada del tipo que te juzga todas las mañanas frente al espejo del cuarto de baño (el autor reconoce la demagogia barata de las dos últimas frases, pero reivindica su derecho a escribir lo que le salga de los huevos.)
Sintámonos arrastrados por la embriagadora magia de las enumeraciones: argumentos a nuestro favor: (Amigos, trabajo, familia) cenas, electrodomésticos con descuento, borracheras, pantalones acampanados, risas, móviles de última generación, Los simpsons, resacas, bebidas con soja, películas de Woody Allen, percheros automáticos, charlas en bares, vacaciones organizadas (familia, trabajo, amigos)... ¿Seremos los ganadores sin saberlo? Y si es así, ¿por qué sigo teniendo la sensación de haberme dejado algo en algún punto del camino?
Siempre nos queda el recurso de pensar que todo esto no va con nosotros. O que estas son las palabras de un resentido con mucho tiempo libre.
Más reflexiones estúpidas en próximos capítulos.

Ventanas (Me aburrí y decidí escribir)

Capítulo 1: En el que lo aparentemente intrascendente se revela trascendente ante los asombrados ojos del escritor y, es de esperar, de los lectores.
Pasear. Saludar a un conocido (esbozar una sonrisa de reconocimiento. Un leve gesto con la mano en dirección a un amigo). Y pensar. ¿Que debo hacer hoy?. Mirar de soslayo a una chica bonita (¡Cuanto más bonita si no es consciente de su belleza!) con pantalones ajustados (no, no es un detalle sin importancia...). Mirar el propio reflejo en los escaparates de las tiendas. Y pensar.
¿Habéis dirigido vuestra vista alguna vez (¡Oh, amados lectores de este humilde blog!) en dirección a una ventana de una de esas horribles moles de hormigón que pueblan nuestras ciudades (y que solemos llamar edificios), y os habéis preguntado como será la vida de la gente que hay tras ella? ¿Que trabajos les obligarán a levantarse cada mañana? ¿Cuantas veces se han escuchado gritos tras las paredes? ¿Cuantas veces se ha repetido la frase "te quiero", "te necesito", "pásame la sal"? Yo sí. Yo me lo he preguntado. Alguna vez. No demasiadas. Y de forma muy desordenada (es difícil distinguir las ideas entre el ruido del pensamiento).
Suena el despertador. Desayunamos. Vamos al trabajo, a la universidad, al supermercado. Subimos a trenes atestados de gente. Chocamos los unos contra los otros. Oímos conversaciones a nuestro alrededor. Caminamos por calles atestadas. Nos tomamos un descanso para el café, y quizás, para un cigarrillo. Volvemos a casa horas más tarde. Miramos, extasiados, como otros hacen cosas, en lugar de hacerlas nosotros mismos (se le llama televisión, tiene un gran éxito actualmente). Cerramos los ojos en la oscuridad de nuestro dormitorio, y esperamos, inconscientes, que todo siga ahí fuera mañana, que todo siga igual. Para volver a empezar.
Acojona (sí, a mi también me gusta utilizar tacos) como nos dejamos llevar por la corriente de la realidad. Acojona pensar en los millones de personas viviendo sus vidas, pagando las letras de la hipoteca, haciendo el amor con sus parejas, o con las parejas de otros. Iglesias, bares, lavanderías, cines, ultramarinos, restaurantes chinos... Locales llenos de vidas; salvando almas, emborrachándonos, blanqueando nuestra colada, alimentado nuestros sueños, alimentando vidas, sirviendo cerdo agridulce... ¿De verdad hay tanto espacio en la tierra para todos los que buscamos nuestro lugar bajo el Sol?
Seguiremos intentándolo. La búsqueda define el camino. Ahora voy a ver la tele.
Más reflexiones estúpidas en próximos capítulos.

Atrincherados ante el cambio

El Congreso aprobó hace pocas semanas la reforma del código civil que permitirá el matrimonio homosexual ¿Los opositores? Los de siempre: la derecha más tradicionalista y, como no, la Iglesia ¿Sus argumentos? Los de siempre: estas uniones van contra natura, puesto que la institución del matrimonio sólo puede entenderse entre hombre y mujer.
Esta ley les suena a derrumbe de los valores familiares y a cataclismo moral. Sin embargo, la nueva disposición, únicamente, regula lo que en estos momentos es una realidad incontestable. Los homosexuales son parte integrante de la sociedad y, si deben respetar la legalidad al igual que cualquiera, de la misma manera es lógico que exijan idénticos derechos a los del resto de ciudadanos. La igualdad de todos ante la ley, no ha de ser sólo una frase retórica vacía de significado.
Las posiciones en contra de los matrimonios homosexuales son ocupadas, en buena parte, por aquellos que aún consideran esta tendencia sexual como una aberración. Ciertos sectores sociales, la Iglesia entre ellos, creen firmemente en una idea única de familia, y se consideran sus máximos defensores. La sociedad cambia, y hay que aceptar que el modelo familiar cambia con ella. Adoptar una posición atrincherada ante este hecho, sólo puede entenderse como un ejercicio de intolerancia o de militancia religiosa irreflexiva.
Para colmo, el nuevo Papa, Joseph Ratzinger, ya ha mostrado abiertamente su oposición a este tipo de enlaces. Afortunadamente, la separación entre Iglesia y Estado se consiguió hace tiempo. Las leyes emanan de la sociedad, y los valores que deben inspirarlas son la igualdad, la libertad y la tolerancia. Dejemos la inspiración divina para asuntos como la elección papal.

Mini-soluciones

La ministra de Vivienda, Mª Antonia Trujillo, considera que la dignidad de un domicilio no es una cuestión de metros cuadrados. Es posible. Pero también es posible que la construcción de pisos de protección oficial de 30 m2 sea sólo una solución a medias, un parche insuficiente para un roto mucho mayor.
El problema del acceso a la vivienda no puede solventarse edificando apartamentos diminutos que deberán abandonarse en el momento en que se decida formar una familia. Más que pisos, casi podrían considerarse salas de espera. También habría que ver cual sería el precio de estas mini-viviendas, teniendo en cuenta lo desorbitado del mercado inmobiliario. Un precio excesivo, simplemente, desautorizaría por completo la propuesta.
Las declaraciones de la ministra muestran una vez más que el “globo-sonda” es una de las fórmulas adoptadas por el ejecutivo socialista para gobernar. Se lanza una propuesta a la opinión pública y se esperan reacciones. Puede que la dignidad no se mida en metros cuadrados, pero el problema de la vivienda es lo suficientemente importante como para que el ciudadano no acabe pensando que sólo se le ofrecen experimentos o, lo que es peor, mini-soluciones.
Es obvio que esta problemática social ha de ocupar una lugar central en las políticas gubernamentales. Rodríguez Zapatero creó el ministerio que preside Trujillo, como respuesta a una situación que, sencillamente, incumple lo establecido en la constitución. Quizás esto último se tienda a olvidar con excesiva facilidad.

Vamos a contar mentiras

Mentir está de moda. ¿Que hay que idear una patraña para justificar una declaración de guerra? No hay problema. Sólo hay que ponerle voluntad. Amén de seguir cuatro sencillos pasos. Uno: nos inventamos unas armas (de destrucción masiva, por supuesto). Dos: las localizamos en algún país de nombre impronunciable. A ser posible con abundante petróleo. Tres: hablamos con unos cuantos colegas presidentes. Último paso: a invadir, que son dos días! Bush lo hizo. Blair lo hizo. Aznar posó con ellos para la foto en las Azores. Los tres mintieron. Y los iraquíes pagaron las consecuencias.
Porque ha sido el pueblo iraquí el más perjudicado. La excusa de la invasión era derrocar a Sadam. Pero es su pueblo el que se despierta diariamente con noticias de nuevos atentados. La decisión llevaba meses tomada. Había que justificarla ante la opinión pública. La catástrofe humanitaria era lo de menos.
A pesar de todo, a nadie parece importarle demasiado. Bush fue reelegido. Dios bendiga América! Y Blair ha seguido el mismo camino. Dios salve a la reina! La sinceridad ya no es necesaria para optar a la presidencia. Engañar a millones de ciudadanos ha pasado a ser algo normal. Y es que, visto lo visto, la mentira está absolutamente tolerada en las democracias occidentales. Es el todo vale.
¿Debemos acostumbrarnos? ¿Hay que cruzarse de brazos ante las mentiras gubernamentales? Definitivamente, no. La Democracia no lo merece. Los ciudadanos no lo merecen. Disponemos del arma necesaria para expulsar la mentira del poder. Nuestro voto. No es cuestión de ideologías. Es cuestión de dignidad.

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