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Walking Around

Y comieron perdices...

Uno tiene a veces la sensación de ir dando tumbos. De tropezar una y otra vez con la misma piedra. De avanzar un paso y retorceder dos. Necesidades vitales cubiertas (con creces), estabilidad familiar y buena salud, con esto debería bastar, ¿no? Pues no. No basta. Y a veces me pregunto por que.
Quizás es precisamente la falta de problemas reales lo que posibilita que alguien como yo se haga semejante pregunta. Woody Allen dice que durante su infancia en Brooklyn nadie se suicidaba, todos eran demasiado infelices para hacerlo. A lo mejor esa es la clave. Demasiado tiempo libre, y nula necesidad de pelear por lo más básico. No imagino a un chaval etíope preguntándose por el rumbo que toma su vida. Seguro que está demasiado ocupado intentando encontrar algo con que alimentarse para no pasar a engrosar las "nutridas" estadísticas mundiales de muertos por inhalición en el tercer mundo.
Desacargada mi conciencia de privilegiado, al reconocer la banalidad de todo cuestionamiento que pueda llegar a hacerme, por profundo y elevado que parezca, prosigamos.
En la obra de Hermann Hesse "El Lobo Estepario", se dice lo siguiente:"... toda celebridad, toda discreción, todas las conquistas del espíritu, todos los avances hacia lo grande, lo sublime y lo eterno dentro de lo humano, se vinieron a tierra y eran un juego de monos...". Para mi, la mayor parte de nuestros actos son eso, un juego de monos. Sin embargo, seguimos insistiendo. Pocos son los que abandonan la partida. Yo mismo estoy plenamente insertado en el sistema, y no hago nada para escapar de él.
Pero, una vez reconocida la jaula en la que nos movemos, ¿por que todo tiende a complicarse tanto? Pasamos toda la vida buscando aquello que nos hace felices. Puede que lo que nos guste sea tomar una cerveza con los amigos, o puede que sea lanzar una OPA hostil contra el principal banco italiano. O puede que sea mordenos las uñas. O descubrir nuevos gestos, casi imperceptibles, en la manera en que alguien inhala el humo de un cigarro. Pero, ¿quién tiene tiempo de pensar en la felicidad, si pasa ocho horas al dia trabajando, ocho durmiendo, y el resto del dia en un nivel de conciencia tan bajo que casi raya el coma? Resumiendo: Cariño, cambia de canal. Empieza el partido del Barça. Yo llamaré ahora al chino para que nos traigan la cena.
Alguien podría decirme: "Eh tio! Te contradices. Hablas de que la felicidad tiene tantas formas como individuos existen. ¿Que hay de malo, entonces, en ver un partido en televisión comiendo arroz tres delicias? A lo que yo respondería: "Pásame la salsa agridulce que hoy juega Ronaldinho." Pero también podría añadir: "Quisiera estar en el estadio. A lo mejor preferiría llamar a Txema para que viniera a ver el partido con nosotros. O a lo mejor el fútbol me importa una mierda y sólo me he aficionado porque es un tema de conversación que salva muchos momentos de incómodo silencio." Hablo de cuestionarse la felicidad.
Volvamos a Woody allen. En un refugio de alta montaña, una señora le comenta a otra: "La comida que sirven aquí es realmente mala ¿Verdad?. A lo que la otra responde: "Sí. ¡Y además, las raciones son siempre muy pequeñas!". Con este chiste, un judio neoyorquino, feo y enclenque define lo que son para él las relaciones humanas. Díficiles, complicadas, pero sin embargo siempre necesitamos más.
Perdemos mucho tiempo tratando de averiguar que pensarán los demás sobre nosotros. Cuando lo lógico sería preguntarlo directamente. Pero ya se sabe que no hay que hacer preguntas de las que no se esté seguro que se quiera conocer la respuesta. Sólo hay algo más doloroso que el miedo al rechazo. Y es el dolor del rechazo en si. Puede que tus amigos no te aguanten en realidad, que seas tremendamente desagrable para los que te rodean. La gente lleva hasta tal extremo la "buena educación" que pueden pasarse años yendo a tomar cafés con alguién a quién no soportan. Todo esfuerzo es poco si se logra, una vez más, no encarar los verdaderos deseos. En mi caso, he abandonado ya todo intento de conocer como me ven los demás. No lo he hecho porque ya no quiera saberlo. Lo he hecho porque me resulta una búsqueda agotadora.
Porque de eso va todo. De lo que verdaderamente queremos y de lo que hacemos para logarlo. De la sencillez con que encaramos nuestra existencia y de como la complicamos con el paso de los años.
Acercamos aquello que más frustación nos produce. Pedimos ir en el asiento del copiloto y miramos desde la ventanilla el rápido paso de árboles, personas, buzones de correo, perros sin dueño, carteles publicitarios, contenedores de basura... y de vez en cuando volvemos la cabeza para comprobar que el conductor sabe donde hay que dirigirse. Porque lo que es yo, no tengo ni puta idea de adonde me llevan.

3 comentarios

lolo -

sigo esperando... y ya han pasao dos semanas... Por cierto a qué esperas para borrar mis comentarios?

lolo -

Cuando quieras esa cerveza. Por cierto a qué viene ese nombre tan raro. Estas leyendo 'Berlin Alexanderplatz'?. Me llamas y me explicas lo del juego de monos... Un saludo primo

Anónimo -

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