Ventanas (Me aburrí y decidí escribir)
Capítulo 1: En el que lo aparentemente intrascendente se revela trascendente ante los asombrados ojos del escritor y, es de esperar, de los lectores.
Pasear. Saludar a un conocido (esbozar una sonrisa de reconocimiento. Un leve gesto con la mano en dirección a un amigo). Y pensar. ¿Que debo hacer hoy?. Mirar de soslayo a una chica bonita (¡Cuanto más bonita si no es consciente de su belleza!) con pantalones ajustados (no, no es un detalle sin importancia...). Mirar el propio reflejo en los escaparates de las tiendas. Y pensar.
¿Habéis dirigido vuestra vista alguna vez (¡Oh, amados lectores de este humilde blog!) en dirección a una ventana de una de esas horribles moles de hormigón que pueblan nuestras ciudades (y que solemos llamar edificios), y os habéis preguntado como será la vida de la gente que hay tras ella? ¿Que trabajos les obligarán a levantarse cada mañana? ¿Cuantas veces se han escuchado gritos tras las paredes? ¿Cuantas veces se ha repetido la frase "te quiero", "te necesito", "pásame la sal"? Yo sí. Yo me lo he preguntado. Alguna vez. No demasiadas. Y de forma muy desordenada (es difícil distinguir las ideas entre el ruido del pensamiento).
Suena el despertador. Desayunamos. Vamos al trabajo, a la universidad, al supermercado. Subimos a trenes atestados de gente. Chocamos los unos contra los otros. Oímos conversaciones a nuestro alrededor. Caminamos por calles atestadas. Nos tomamos un descanso para el café, y quizás, para un cigarrillo. Volvemos a casa horas más tarde. Miramos, extasiados, como otros hacen cosas, en lugar de hacerlas nosotros mismos (se le llama televisión, tiene un gran éxito actualmente). Cerramos los ojos en la oscuridad de nuestro dormitorio, y esperamos, inconscientes, que todo siga ahí fuera mañana, que todo siga igual. Para volver a empezar.
Acojona (sí, a mi también me gusta utilizar tacos) como nos dejamos llevar por la corriente de la realidad. Acojona pensar en los millones de personas viviendo sus vidas, pagando las letras de la hipoteca, haciendo el amor con sus parejas, o con las parejas de otros. Iglesias, bares, lavanderías, cines, ultramarinos, restaurantes chinos... Locales llenos de vidas; salvando almas, emborrachándonos, blanqueando nuestra colada, alimentado nuestros sueños, alimentando vidas, sirviendo cerdo agridulce... ¿De verdad hay tanto espacio en la tierra para todos los que buscamos nuestro lugar bajo el Sol?
Seguiremos intentándolo. La búsqueda define el camino. Ahora voy a ver la tele.
Más reflexiones estúpidas en próximos capítulos.
Pasear. Saludar a un conocido (esbozar una sonrisa de reconocimiento. Un leve gesto con la mano en dirección a un amigo). Y pensar. ¿Que debo hacer hoy?. Mirar de soslayo a una chica bonita (¡Cuanto más bonita si no es consciente de su belleza!) con pantalones ajustados (no, no es un detalle sin importancia...). Mirar el propio reflejo en los escaparates de las tiendas. Y pensar.
¿Habéis dirigido vuestra vista alguna vez (¡Oh, amados lectores de este humilde blog!) en dirección a una ventana de una de esas horribles moles de hormigón que pueblan nuestras ciudades (y que solemos llamar edificios), y os habéis preguntado como será la vida de la gente que hay tras ella? ¿Que trabajos les obligarán a levantarse cada mañana? ¿Cuantas veces se han escuchado gritos tras las paredes? ¿Cuantas veces se ha repetido la frase "te quiero", "te necesito", "pásame la sal"? Yo sí. Yo me lo he preguntado. Alguna vez. No demasiadas. Y de forma muy desordenada (es difícil distinguir las ideas entre el ruido del pensamiento).
Suena el despertador. Desayunamos. Vamos al trabajo, a la universidad, al supermercado. Subimos a trenes atestados de gente. Chocamos los unos contra los otros. Oímos conversaciones a nuestro alrededor. Caminamos por calles atestadas. Nos tomamos un descanso para el café, y quizás, para un cigarrillo. Volvemos a casa horas más tarde. Miramos, extasiados, como otros hacen cosas, en lugar de hacerlas nosotros mismos (se le llama televisión, tiene un gran éxito actualmente). Cerramos los ojos en la oscuridad de nuestro dormitorio, y esperamos, inconscientes, que todo siga ahí fuera mañana, que todo siga igual. Para volver a empezar.
Acojona (sí, a mi también me gusta utilizar tacos) como nos dejamos llevar por la corriente de la realidad. Acojona pensar en los millones de personas viviendo sus vidas, pagando las letras de la hipoteca, haciendo el amor con sus parejas, o con las parejas de otros. Iglesias, bares, lavanderías, cines, ultramarinos, restaurantes chinos... Locales llenos de vidas; salvando almas, emborrachándonos, blanqueando nuestra colada, alimentado nuestros sueños, alimentando vidas, sirviendo cerdo agridulce... ¿De verdad hay tanto espacio en la tierra para todos los que buscamos nuestro lugar bajo el Sol?
Seguiremos intentándolo. La búsqueda define el camino. Ahora voy a ver la tele.
Más reflexiones estúpidas en próximos capítulos.
3 comentarios
Lolo -
Manolo para ti... -
- Calla ya!, Bastarda. Gemela impura.- Y una gruesa capa de silencio lo cubrió todo. Por unos instantes pareció que ella bajaba la cabeza, pero luego, con un movimiento relámpago, volvió a alzarla orgullosa, y así mente se fué alejando arrogantemente hasta el siguiente "flashback". En esos momentos algo se rompió en él, y no pudo contener la rabia que hizo polvo una de las costillas de la cama. Qué crees tú que pensó el cuarto?
Tatie -